Rubias destiladas (o, la duda ofende...)

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Este caso es diferente, no me lo negarán. Es diferente porque nada puedo añadir. Todo lo que necesita ser adjetivado no es sustancial, Blonde on Blonde es sustantivo, arroja sustancia y destila tantas cosas que me siento incapaz. Miro y remiro, pero nada... no tengo nada que añadir. Google me da una pila de rubias cuando busco una imagen decente. Miro y remiro. No está La rubia... paso.
Así, su portada es otra de sus subsorpresas, otro de los destilados en la barrica de Johanna . Es una foto borrosa, él sale serio y para nada parece que sus botas sean estereofónicas, sin embargo se me ocurren pocas portadas con semejante magnetismo. En resumen que es una mierda de foto, pero la mierda nunca supo así. Pocas cosas hacen que mi tiempo esté tan comprometido... tan desnudo y tan deseoso. El sombrero de piel de leopardo cierra el círculo, y punto. 
Se acabó.

Voy a pensar, entonces, en el hombre delgado que, pese a estar en otro disco, en otro momento y otro lugar, tortura mi cabeza ahora mismo, ahora que hace frío y que no quiero más que meterme en un coche a recorrer la luna. Porque la luna está lo suficientemente lejos como para que en los bolsillos del pantalón quepan miles de notas, miles de manos y miles de dulces (absolutamente) minutos. 
En la habitación entra un tipo. Yo entro en la mía, y la luz está apagada. Tirito porque el cabronazo de la caldera dice que funciona correctamente. Allí todo eran preguntas... ¿eras? ¿eres? Y, claro, el tipo no está, ni está ni parece dispuesto a enterarse de la película. Qué va a decir después en casa. No sabe. Yo estoy en casa. Tampoco sé. En cualquier caso, enciendo la luz y me encuentro todas las invitaciones devueltas encima de la mesa. Me encuentro también un matojo de cables y mi reflejo en la ventana. Y detrás, justo detrás, el rugido de la ciudad. La ciudad, para que se hagan una idea, está varias millas al sur, y el rugido llega en forma de recuerdos en las gotas de lluvia. 
Y eso que casi está nevando de nuevo. 
Pero ni una cosa ni la otra las alcanzo a ver.

Cierro la puerta. Me cambio de calcetines y pienso en el viejo Bob, en si ella vendrá a verme esta noche. Siempre fui, obviamente, y con ganas, uno de los creyentes. Si no, oigan, si no, no estaría aquí... quizá estaría en Duluth rascando el suelo en busca del blues de Memphis.

Por lo pronto, apago la luz. 
Mis conclusiones tienen que ser más drásticas...

Mañana, quizá.


"Well, early in the mornin'
'Til late at night,
I got a poison hedache,
But I feel all right.
I'm pledging my time to you,
Hopin' you'll come through, too...."



Blues de largo alcance (o pure blend)

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Si supiera, si tuviera talento, escribiría un blues a mi madre. Pero es que un blues es algo que tiene que ser desgarrado y malvado, dulce y siniestro a un tiempo, oscuro y con humo. Aunque también puede ser, simplemente, JJ, y lo demás, podría ser litaratura. Y de esas cosas, señores, uno va carente.

Y hoy, esta mañana, sin carencias más allá de las evidentes, hacía un frío de mil demonios. Llevaba una semana de vacaciones, una semana de 11 días, silenciosos y maravillosos... pero que han convertido a este lunes en un dolor de largo alcance, como los unosdeseptiembre, como los zapatos que rozan o como los misiles Israelitas. En definitiva, me hacía falta un poco de Tulsa para poder volver, para poder desyunar con velas y meterme en la vida, joder, con lo bien que se estaba fuera.

Y así ha sido.
Suave en la ducha, desafiante en el hielo y desgarrado en el ascensor, donde se condensa toda la abyección humana. En el ascensor, sí. Los que sepan de que hablo, que se pongan
New Lover, cierren los ojos y no se despidan del contable en la cuarta planta, ese ya tiene lo suyo.

Y, contaré que las malas noticias han corrido como la sangre de 2008, y que después me quedé solo. Mi oficina ya no era solo siniestra, si no que pasaba a ser triste y silenciosa. Hoy no me bastaba con Parachutes, si no que esta vez necesitaba recrearme en el barro, sentirlo en la articulaciones. Blues, sin más, una guitarra salida de Nazareth, una voz pure blend, una pereza dentro de la actitud, y una actitud llena de pasado, gloria y tos, tos seca.

Y, ¿me dejo algo? Ah sí, esperemos que el año 2009 sea poco de todo, pero que, al menos, sea prometedor. Y que, además, los peces gordos escuchen a JJ al despertar... si es que no tienen a nadie que les despierte con una sonrisa, que parece que no... o con un poco de carácter y calma, que es evidente que tampoco.

Quizá así empezaríamos a acostumbrarnos a otras cosas en los periódicos.

Salud y buenos alimentos. Por ejemplo.


"Blues for Mama
She went away only yesterday
I cound't help

What can I say

Blues for Mama
"

Amarillo (o un truco más)

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Esta mañana una mujer en un todo terreno azul me la juega en la calle mientras sus dos hijos rubios miran pegados a las ventanas de atrás. Eric y Lars, por ejemplo, están perplejos mientras la madre grita con la mano en alto y los ojos inyectados en sangre. Es un coche americano de 90.000$, por esa pasta de insonorización no escucho sus improperios... o por esa desgracia me los imagino.
No sé qué es peor.
Yo empiezo por preguntarme qué pasa ahí fuera, luego paso por decirme a mi mismo que qué haría Belano en ese momento, seguramente una de mota y al impala... Pero había encontrado un truco mejor, más fácil, para engullir sin dificultad las sobredosis de humanidad, había decidido que sonaría Parachutes todo el día.
Lo pensé cuando, de madrugada, salía de casa de J. ella bajó a despedirme, bajó dulce, suave, dura y libre. Y yo s
alí, y ella cerró la puerta con llave y yo entendí que me había quedado encerrado. Encerrado fuera, en la calle. Entonces lo decidí, sonaría todo el día, sin parar, sonaría en mi mesa de oficina, sonaría junto a mi ordenador, y cerca de mi jefa, y mirando por las ventanas a Venecia. Sonaría 10 horas, y me lo llevaría a comer, y seguiría sonando a las 7, y a las 8. Sonaría hasta los dos segundos de su coche en la noche. No había nada más que esos dos segundos. Sus dos segundos. El resto de mi vida dubujados en sus dos segundos.
Fue ahí donde lo pensé.

Y eso me salvó el día, como otras cosas te salvan el culo.

Solo quedaba, entonces, escuchar Don't panic en medio del rugido de la noche, el rugido de la autopista, de mis tripas, del corazón que, grande, me apretaba las costillas. Sin pánico, sin miedo. Ahora solo tengo lagunas, pero sé que fue más o menos así. Don't panic que es como el resto del disco, es el silencio, es el susurro fácil, es el comodín, es el todo y la nada, es en función de lo que seas, quieras y necesites. Y desde mi coche blanco corté la noche negra, y luego las guitarras suaves me ponen esta mañana en funcionamiento y todo vuelve a lo mismo. Y entonces la mujer del todo terreno azul.
Y siete escuchas, siete escuchas seguidas... y la noche de ayer, con muslos y llaves se mete poco a poco, se extiende por mi mesa. Y yo me mimetizo, y cierro los ojos que pican de sueño. Y el mundo gira amarillo mientras recuerdo el momento solitario del Palacio de los deportes. Viva la vida, viva Coldplay, viva el mundo girando, viva parachutes...
Chispas, deliciosas chispas.

Amarillo, gira amarillo y yo, que nunca pensé que un disco denominado de "elegante pop británico" camparía en este blog, disfruto el momento. Y no me canso. Ya son 8 años.

8 años amarillos.


"I said, what do I know?
Show me the right way to go,
And the spies came out of the water,
But you're feeling so bad cos you know..."

Wonderful (podría decir)

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En la buhardilla, al lado de la terraza de los puros, podríamos discutir un día de estos si Peter Green sí o no, o el padre de Domingo Ortega, o si la foto grande o dos medianas, o si corcho dentro o fuera. Podríamos. Porque deberíamos saber que el Fleetwood de antes es más, mucho más. O no, o sí... lo que no hay duda es que esa cara y esos huesos son únicos.
En la calle de invierno, con los cristales empañados por el frío, podría señalarte y decirte que eras justo lo que quería. Justo. Y la conexión y esas cosas. También podría, y lo hago. Con el amor que quema.
En los Roland podría pensar que el blues suena a carraspera, y a bourbon... y a ceniza, y a callejón, y a tugurio, y a placer. Y a pureza, y a recovecos y a amigos... Podría. Podría seguir pensando que, además, todo lo demás vino de ahí.
También con ellos calados, con la luz apagada, podría decir que un teclado y una armónica, y enciende otro... y el resto da igual. Podría decirlo, y seguro que alguien me secundaría, con burbujas en la sangre... muchas burbujas, mucha sangre, mucho primario, mucho de todo.
En mi mesa de oficina, en las paredes blancas, en las nubes sobre Venecia podría pensar que todo lo que veo debería ser pasado por el tamiz del rocanrol, y así que deje de ser la nada más absoluta. Eso seguro. Y que se tiene que acabar ya todo esto. Y que se va a acabar.
En una mañana de sábanas arrugadas y vacío a la derecha podría pensar en los parasiempres, en el oro en los asientos de mi coche, que se me enreda en los dedos. También en la vela judía del Trastévere, en lunas, medialunas y sueños. Y en Chile. Y en ti allí, con los bolsillos del pantalón llenos de todo.
En la Calle Huertas podría pensar en la mesa 22, en la barra, en una botella vacía, o dos, en trios de ases, o fulls de sepionet y tónica, en un coche derrapando al amanecer, en un edredón y cien años de Van Morrison.
En el séptimo B recordaría a Carver, y el olor de la parilla y las sardinas, y el de la arena sin alfombrillas, y el disco de Wilco tras la puerta de la cocina, y al dinámico, y las listas, y las ensaladas, y sabría que siempre llueve en Belfast. Y luego saldría a la calle, al frío de esa orilla de la castellana para, después, hablar del Kursaal, de Waits, del impala blanco que llega al mar, se da la vuelta y se aprieta unas croquetas con ginebra seca. Mientras el camión de basura se lleva el pasado, localizaré Vanuatu en un mapa. Luego habrá que salir, huyendo, rápido.

Sin embargo ahora, en un atasco, pienso que cómo se puede tener tanta suerte.


"Would you love me, would you love me tomorrow
Like you say you love me now
When the flames of our flesh have stopped burning
And the fire of our love has cooled down "


Tarde para arrepentirse (ó la 1:58)

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Hay veces que, de noche, la luz se deforma y se extiende, se alarga, se mueve. Cuando tenía catorce años y una noche me pasó esto pensé que necesitaba unas gafas, efectivamente... así fue. Mi madre me miraba con cara de trabajo mal hecho.
Más cristales.

Hay veces que es demasiado tarde para pararlo.

En este concierto al león le pasó lo mismo, las luces se convertían en aspas, en puntos y en rayas que giraban. No sé si porque era fácil que se te humedecieran los ojos (entonces la cosa cambia) o porque el fotógrafo eligió erróneamente las lentes. Quizá no sea por nada y sólamente sean los años. No lo sé.

No hace falta saberlo, con intuir que algo pasa es suficiente.

Nadie limpió ventanas ese año, nadie se había dado cuenta de que también las ventanas son cristales y que lo que vemos depende de ellas. Sencillo pero vital. Y eso que en Belfast llovió como nunca en el verano del 73, y los cristales se llenaron de luces de colores, se llenaron de voz ahogada de whisky, de ceniza, de gritos, de mística perdida, de gargantas destrozadas. David bowie jugaba con Ziggy al otro lado del charco y Page mordía las cuerdas en el Jardín de Madison, donde las estrellas jugaban a las luces doradas y creyeron ser lo que eran.

Y entonces aparece la niebla anclada en el asfalto esta mañana, una mañana con el cerebro empastado. Estaba aturdido porque alguien quiere mancillar la imagen de Atatürk, o porque esta noche he dado cienmil vueltas en la cama, o porque había algo que me faltaba (¿una tormenta?)... la niebla tirada en el suelo porque ella tampoco podía levantarse.
Y un coche en la puerta se subía las solapas del abrigo, solapas rusas, y justo detrás una nube de vapor, y la rejilla de una alcantarilla, y la ciudad invadida, y la misma carretera, y la puerta de embarque vacía en el punto en que los amaneceres cobran sentido, y el sentido a todo en el número 83.
Ellos habían prometido no separarse nunca, el sentido y los amaneceres, digo.

Y en la espera silenciosa aparece "Here comes the night". Empieza tímida, ella, la misma noche que vuelve con los vaqueros, la chaqueta y la camisa, la misma de ayer pero viniendo de nuevo. Todo para que se ponga a llover de pronto, seguro que Morrison está aclarando la voz, y el limpiaparabrisas es un místico, un místico entre el escalofrío y el placer.

Y es que esta imagen es una voz, y esa voz es un submundo, y ese submundo es una época, y esa época da sentido, y ese sentido es la voz. Y entonces no es fácil saber donde empieza una cosa y donde acaba la anterior.

Lo que está claro es que solo podía ser así.
Y que es tarde para pararlo...

"And when that fog horn blows
I will be coming home.
And when that fog horn blows
I want to hear itI dont have to fear it,
I want to rock your gipsy soul
Just like way back in the days of old
Then magnificently we will float into the mystic..."

Salitre (o 19:39)

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Amanece mientras busco plaza para aparcar. Las luces rojas se alternan con el naranja y el morado, y las blancas se difuminan lentamente en la autopista, lenta cadencia analgésica. Y me pesan los brazos, me aprieta la garganta.

Entonces se me mete arena en un zapato, justo al lado de un árbol raquítico, y siento los pies húmedos. Pido un café en la esquina, porque es pronto todavía, es ese tiempo suspendido y gratis, el único momento gratis en un día vendido. Y le hago la zancadilla a los cordones de mis zapatos, pero eso no se lo diré al camarero.

Alguien tendría que venir a abrazarme por la espalda, sin embargo estoy encerrado entre edificios siniestros. Alguien tendría que sonreírme de perfil al leer lo de Kundera y lo de las lunas turcas, sin embargo alguien tose al fondo de la barra. Y, mientras pienso que sólo con ella se comparten los cruasanes, con la luna, digo, y miro el café agarrado a las paredes de mi taza, más perdido si cabe, pienso también en las fotos y en Chile, en la carne de aceituna, en los pendientes en el bolsillo de mi chaqueta, en sonrisas de abajo a arriba, en billetes de lotería y en trabajos fáciles para vidas difíciles.
Y si no son fáciles, por lo menos que sepan a otra cosa.

Y suena Salitre48 mientras se vuelve a acelerar el tiempo, me voy yendo poco a poco al pasado, primero a las 19:39 de ayer y luego a las 19:39 de hace algunos años. Como el olor a té y magdalena, lo mismo pero en verde, con el pelo mojado y con armónica.

Y sin querer termina de amanecer, las luces borrosas de la autopista se convierten en líneas blancas, el susurro se convierte en ruido y mis pies deambulan entre las olas, las piedras del fondo y el olor es a fruta reluciente, y a sal, y a faldas... y a carnaval, a aparcamientos vacíos, a hierba en los cajones, a muchas cosas pequeñas y grandes.

A mi también me habría costado menos levantarme hoy.
(Hoy no me detendrán...)

Y ahora, a empezar de nuevo.



"Afuera el carnaval.
Los gritos,
las estrellas valientes..."

Welcome (you're never gonna die)

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Ayer, a medianoche, robé una bombilla de la despensa. Me había destrozado una rodilla al entrar en el baño por enésima vez sin luz, tuve que rendirme y apagar la vela...y llevarla a la despensa para no tropezarme al buscar el pan rallado. Soluciones de mierda para noches perfectas.
Sentí un poco de pena, ducharse con una vela a través de las gotas del cristal era muy magnético. Sobre todo si te la pela que el magnetismo de la música pase de tu habitación a todo el vecindario. Y, a mi, me la pelaba.

Wish you were here.
Todavía recuerdo la primera vez que escuché Welcome to the machine, era verano (eso creo, porque antes los límites de los veranos eran algo difusos) y fue en la pequeña habitación de Combray (o de Hendaya)... la que tenía el papel verde de las paredes desgarrado, cosa que aprovechaba para esconder monedas y fotos bajo amenaza de castigo infinito a caminar calzado por las aceras. Y en donde la repisa en la ventana tenía escamas de pintura blanca para mirar el faro ir y venir durante horas.


Me quedé de piedra.
Nunca habá escuchado nada igual.


En aquella habitación mi tío amacenaba sus discos viejos, algún tiempo después encontré un viejo tocadiscos junto a algunos de los Zeppelin. Ahí empezó todo, y la bombilla se balanceaba en el techo, y se fundía cada dos por tres, lo que pasa es que era pequeño para tener una vela, o eso decía mi abuela (que roncaba justo debajo de mi habitación y que, probablemente, estaba pensando en ponerla en la despensa). El estallido de las bombillas allí es suave, húmedo, perfecto para cualquier canción de este disco.

También recuerdo la última vez que escuché ese sonido aterrizaje forzoso y de puerta interestelar, estaba con Spin perdidos en una autopista... y tampoco olvidaré que fue lo primero que me puse cuando desembalé los Roland. Y que en mi agenda está pensado que todo lo de dentro queme lo de fuera, como la portada, como ese fuego que quema el papel.
Y es que es como si te helaras por dentro y te quemaras por fuera.
Y es que hay, quizá, mejores portadas de Pink Floyd, pero pocos discos con semejantes escalofríos, burbujas y recuerdos.

Hoy, después de dormirme con Have a Cigar, ensangrentado y con un dedo roto, tranquilo y plácido, he llegado al edificio siniestro envuelto en niebla, atontado y dolorido.
Y en el asiento de mi coche había un edredón de un millón de euros, y una bufanda.

"You're gonna go far,
You're gonna fly high,
You're never gonna die,
You're gonna make it, if you try..."