Este caso es diferente, no me lo negarán. Es diferente porque nada puedo añadir. Todo lo que necesita ser adjetivado no es sustancial, Blonde on Blonde es sustantivo, arroja sustancia y destila tantas cosas que me siento incapaz. Miro y remiro, pero nada... no tengo nada que añadir. Google me da una pila de rubias cuando busco una imagen decente. Miro y remiro. No está La rubia... paso.
Rubias destiladas (o, la duda ofende...)
Este caso es diferente, no me lo negarán. Es diferente porque nada puedo añadir. Todo lo que necesita ser adjetivado no es sustancial, Blonde on Blonde es sustantivo, arroja sustancia y destila tantas cosas que me siento incapaz. Miro y remiro, pero nada... no tengo nada que añadir. Google me da una pila de rubias cuando busco una imagen decente. Miro y remiro. No está La rubia... paso.
Blues de largo alcance (o pure blend)
Si supiera, si tuviera talento, escribiría un blues a mi madre. Pero es que un blues es algo que tiene que ser desgarrado y malvado, dulce y siniestro a un tiempo, oscuro y con humo. Aunque también puede ser, simplemente, JJ, y lo demás, podría ser litaratura. Y de esas cosas, señores, uno va carente.
Y hoy, esta mañana, sin carencias más allá de las evidentes, hacía un frío de mil demonios. Llevaba una semana de vacaciones, una semana de 11 días, silenciosos y maravillosos... pero que han convertido a este lunes en un dolor de largo alcance, como los unosdeseptiembre, como los zapatos que rozan o como los misiles Israelitas. En definitiva, me hacía falta un poco de Tulsa para poder volver, para poder desyunar con velas y meterme en la vida, joder, con lo bien que se estaba fuera.
Y así ha sido.
Suave en la ducha, desafiante en el hielo y desgarrado en el ascensor, donde se condensa toda la abyección humana. En el ascensor, sí. Los que sepan de que hablo, que se pongan New Lover, cierren los ojos y no se despidan del contable en la cuarta planta, ese ya tiene lo suyo.
Y, contaré que las malas noticias han corrido como la sangre de 2008, y que después me quedé solo. Mi oficina ya no era solo siniestra, si no que pasaba a ser triste y silenciosa. Hoy no me bastaba con Parachutes, si no que esta vez necesitaba recrearme en el barro, sentirlo en la articulaciones. Blues, sin más, una guitarra salida de Nazareth, una voz pure blend, una pereza dentro de la actitud, y una actitud llena de pasado, gloria y tos, tos seca.
Y, ¿me dejo algo? Ah sí, esperemos que el año 2009 sea poco de todo, pero que, al menos, sea prometedor. Y que, además, los peces gordos escuchen a JJ al despertar... si es que no tienen a nadie que les despierte con una sonrisa, que parece que no... o con un poco de carácter y calma, que es evidente que tampoco.
Quizá así empezaríamos a acostumbrarnos a otras cosas en los periódicos.
Salud y buenos alimentos. Por ejemplo.
"Blues for Mama
She went away only yesterday
I cound't help
What can I say
Blues for Mama"
Amarillo (o un truco más)
Esta mañana una mujer en un todo terreno azul me la juega en la calle mientras sus dos hijos rubios miran pegados a las ventanas de atrás. Eric y Lars, por ejemplo, están perplejos mientras la madre grita con la mano en alto y los ojos inyectados en sangre. Es un coche americano de 90.000$, por esa pasta de insonorización no escucho sus improperios... o por esa desgracia me los imagino.
No sé qué es peor.
Lo pensé cuando, de madrugada, salía de casa de J. ella bajó a despedirme, bajó dulce, suave, dura y libre. Y yo salí, y ella cerró la puerta con llave y yo entendí que me había quedado encerrado. Encerrado fuera, en la calle. Entonces lo decidí, sonaría todo el día, sin parar, sonaría en mi mesa de oficina, sonaría junto a mi ordenador, y cerca de mi jefa, y mirando por las ventanas a Venecia. Sonaría 10 horas, y me lo llevaría a comer, y seguiría sonando a las 7, y a las 8. Sonaría hasta los dos segundos de su coche en la noche. No había nada más que esos dos segundos. Sus dos segundos. El resto de mi vida dubujados en sus dos segundos.
Fue ahí donde lo pensé.
8 años amarillos.
Show me the right way to go,
And the spies came out of the water,
But you're feeling so bad cos you know..."
Wonderful (podría decir)
"Would you love me, would you love me tomorrow
Like you say you love me now
When the flames of our flesh have stopped burning
And the fire of our love has cooled down "
Tarde para arrepentirse (ó la 1:58)
Hay veces que, de noche, la luz se deforma y se extiende, se alarga, se mueve. Cuando tenía catorce años y una noche me pasó esto pensé que necesitaba unas gafas, efectivamente... así fue. Mi madre me miraba con cara de trabajo mal hecho.
Más cristales.
Hay veces que es demasiado tarde para pararlo.
En este concierto al león le pasó lo mismo, las luces se convertían en aspas, en puntos y en rayas que giraban. No sé si porque era fácil que se te humedecieran los ojos (entonces la cosa cambia) o porque el fotógrafo eligió erróneamente las lentes. Quizá no sea por nada y sólamente sean los años. No lo sé.
No hace falta saberlo, con intuir que algo pasa es suficiente.
Nadie limpió ventanas ese año, nadie se había dado cuenta de que también las ventanas son cristales y que lo que vemos depende de ellas. Sencillo pero vital. Y eso que en Belfast llovió como nunca en el verano del 73, y los cristales se llenaron de luces de colores, se llenaron de voz ahogada de whisky, de ceniza, de gritos, de mística perdida, de gargantas destrozadas. David bowie jugaba con Ziggy al otro lado del charco y Page mordía las cuerdas en el Jardín de Madison, donde las estrellas jugaban a las luces doradas y creyeron ser lo que eran.
Y entonces aparece la niebla anclada en el asfalto esta mañana, una mañana con el cerebro empastado. Estaba aturdido porque alguien quiere mancillar la imagen de Atatürk, o porque esta noche he dado cienmil vueltas en la cama, o porque había algo que me faltaba (¿una tormenta?)... la niebla tirada en el suelo porque ella tampoco podía levantarse.
Y un coche en la puerta se subía las solapas del abrigo, solapas rusas, y justo detrás una nube de vapor, y la rejilla de una alcantarilla, y la ciudad invadida, y la misma carretera, y la puerta de embarque vacía en el punto en que los amaneceres cobran sentido, y el sentido a todo en el número 83. Ellos habían prometido no separarse nunca, el sentido y los amaneceres, digo.
Y en la espera silenciosa aparece "Here comes the night". Empieza tímida, ella, la misma noche que vuelve con los vaqueros, la chaqueta y la camisa, la misma de ayer pero viniendo de nuevo. Todo para que se ponga a llover de pronto, seguro que Morrison está aclarando la voz, y el limpiaparabrisas es un místico, un místico entre el escalofrío y el placer.
Y es que esta imagen es una voz, y esa voz es un submundo, y ese submundo es una época, y esa época da sentido, y ese sentido es la voz. Y entonces no es fácil saber donde empieza una cosa y donde acaba la anterior.
Lo que está claro es que solo podía ser así.
Y que es tarde para pararlo...
Salitre (o 19:39)
Alguien tendría que venir a abrazarme por la espalda, sin embargo estoy encerrado entre edificios siniestros. Alguien tendría que sonreírme de perfil al leer lo de Kundera y lo de las lunas turcas, sin embargo alguien tose al fondo de la barra. Y, mientras pienso que sólo con ella se comparten los cruasanes, con la luna, digo, y miro el café agarrado a las paredes de mi taza, más perdido si cabe, pienso también en las fotos y en Chile, en la carne de aceituna, en los pendientes en el bolsillo de mi chaqueta, en sonrisas de abajo a arriba, en billetes de lotería y en trabajos fáciles para vidas difíciles.
Y si no son fáciles, por lo menos que sepan a otra cosa.
Y suena Salitre48 mientras se vuelve a acelerar el tiempo, me voy yendo poco a poco al pasado, primero a las 19:39 de ayer y luego a las 19:39 de hace algunos años. Como el olor a té y magdalena, lo mismo pero en verde, con el pelo mojado y con armónica.
(Hoy no me detendrán...)
Y ahora, a empezar de nuevo.
Los gritos,
las estrellas valientes..."
Welcome (you're never gonna die)
Sentí un poco de pena, ducharse con una vela a través de las gotas del cristal era muy magnético. Sobre todo si te la pela que el magnetismo de la música pase de tu habitación a todo el vecindario. Y, a mi, me la pelaba.
Wish you were here.
Todavía recuerdo la primera vez que escuché Welcome to the machine, era verano (eso creo, porque antes los límites de los veranos eran algo difusos) y fue en la pequeña habitación de Combray (o de Hendaya)... la que tenía el papel verde de las paredes desgarrado, cosa que aprovechaba para esconder monedas y fotos bajo amenaza de castigo infinito a caminar calzado por las aceras. Y en donde la repisa en la ventana tenía escamas de pintura blanca para mirar el faro ir y venir durante horas.
En aquella habitación mi tío amacenaba sus discos viejos, algún tiempo después encontré un viejo tocadiscos junto a algunos de los Zeppelin. Ahí empezó todo, y la bombilla se balanceaba en el techo, y se fundía cada dos por tres, lo que pasa es que era pequeño para tener una vela, o eso decía mi abuela (que roncaba justo debajo de mi habitación y que, probablemente, estaba pensando en ponerla en la despensa). El estallido de las bombillas allí es suave, húmedo, perfecto para cualquier canción de este disco.
También recuerdo la última vez que escuché ese sonido aterrizaje forzoso y de puerta interestelar, estaba con Spin perdidos en una autopista... y tampoco olvidaré que fue lo primero que me puse cuando desembalé los Roland. Y que en mi agenda está pensado que todo lo de dentro queme lo de fuera, como la portada, como ese fuego que quema el papel.
Y es que es como si te helaras por dentro y te quemaras por fuera.
Y es que hay, quizá, mejores portadas de Pink Floyd, pero pocos discos con semejantes escalofríos, burbujas y recuerdos.
Hoy, después de dormirme con Have a Cigar, ensangrentado y con un dedo roto, tranquilo y plácido, he llegado al edificio siniestro envuelto en niebla, atontado y dolorido.
Y en el asiento de mi coche había un edredón de un millón de euros, y una bufanda.
"You're gonna go far,